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23 sept 2016

Literatura 6to.Tarea para la 9na. Alternancia 


Para esta Alternancia, los invito a seguir leyendo textos de poesía para confrontarlos con los de la Alternancia anterior. En este caso, son textos de García Lorca, Catulo, Jorge Luis Borges y Juan Gelman.

“La casada infiel”, Federico García Lorca

Y que yo me la llevé al río 
creyendo que era mozuela, 
pero tenía marido. 

Fue la noche de Santiago 
y casi por compromiso. 
Se apagaron los faroles 
y se encendieron los grillos. 
En las últimas esquinas 
toqué sus pechos dormidos, 
y se me abrieron de pronto 
como ramos de jacintos. 
El almidón de su enagua 
me sonaba en el oído, 
como una pieza de seda 
rasgada por diez cuchillos. 
Sin luz de plata en sus copas 
los árboles han crecido, 
y un horizonte de perros 
ladra muy lejos del río. 

* 

Pasadas las zarzamoras, 
los juncos y los espinos, 
bajo su mata de pelo 
hice un hoyo sobre el limo. 
Yo me quité la corbata. 
Ella se quitó el vestido. 
Yo el cinturón con revólver. 
Ella sus cuatro corpiños. 
Ni nardos ni caracolas 
tienen el cutis tan fino, 
ni los cristales con luna 
relumbran con ese brillo. 
Sus muslos se me escapaban 
como peces sorprendidos, 
la mitad llenos de lumbre, 
la mitad llenos de frío. 
Aquella noche corrí 
el mejor de los caminos, 
montado en potra de nácar 
sin bridas y sin estribos. 
No quiero decir, por hombre, 
las cosas que ella me dijo. 
La luz del entendimiento 
me hace ser muy comedido. 
Sucia de besos y arena 
yo me la llevé del río. 
Con el aire se batían 
las espadas de los lirios. 

Me porté como quien soy. 
Como un gitano legítimo. 
Le regalé un costurero 
grande de raso pajizo, 
y no quise enamorarme 
porque teniendo marido 
me dijo que era mozuela 
cuando la llevaba al río.


“Poema 85”, Catulo

Odio y amo.
Quizás te preguntes cómo puedo hacer eso.
No lo sé.
Pero es lo que siento, y me torturo




“El amenazado”, Jorge Luis Borges

Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz.
      La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre
      es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio
      de las letras, la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras
      que usó el áspero Norte para cantar sus mares y sus
      espadas, la serena amistad, las galerías de la biblioteca,
      las cosas comunes, los hábitos, el joven amor de mi madre,
      la sombra militar de mis muertos, la noche intemporal,
      el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se
      levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que
      miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz,
      la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitologías, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo.


“Límites”, Juan Gelman


¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí la sed,
hasta aquí el agua?

¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el aire,
hasta aquí el fuego?

¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el amor,
hasta aquí el odio?

¿Quién dijo alguna vez: hasta aquí el hombre,
hasta aquí no?

Sólo la esperanza tiene las rodillas nítidas.
Sangran.


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